6/12/2008

Variaciones de la forma 4



Querelle – Una pasión oculta

Uno de los directores alemanes más polémicos en la historia del cine ha sido Rainer W. Fassbinder (Bad Wörishofen 1945 - Munich 1982), quien realizó su extensa producción (26 obras fílmicas y 17 series para televisión) en tan sólo 17 años.

Debido a la variación y complejidad de sus prácticas vitales, preferimos acogernos a la presentación que él hace de sí mismo: "Crecí, cosa muy importante, en una familia más bien caótica. Es decir, en un medio que no responde a las normas burguesas (...) En el fondo crecí casi sin padres. Muy pronto comencé a vivir solo. De los siete a los nueve años viví en un apartamento que compartía con otras dos personas. Mi madre estaba enferma en esa época y había alquilado una parte de nuestro apartamento, pero no había nadie encargado de ocuparse de mí (...) Mis padres se divorciaron en 1951, cuando yo tenía cinco años. Pero incluso antes de esta separación nunca me dijo nadie: "se hace así o asá", "no debes hacer esto"... Realmente, crecí como una florecilla (...) Sin duda, deseaba tener algo, un hermano o algo que me permitiera un contacto que no tenía (...) Dejé la escuela antes de concluir el bachillerato; luego viví tres años con mi padre en Colonia. Llevaba una oficina, una agencia inmobiliaria, y por la noche tapizaba. Puedo pintar y tapizar como un profesional. Siempre me podré ganar la vida así. Mi padre había transformado algunas habitaciones para alquilarlas a obreros inmigrados (...) Desde esta época conozco los problemas de los obreros inmigrados y tengo una cierta afinidad con ellos".

Con su obra fílmica, Fassbinder intentó desarrollar la propuesta de anti-teatro (un complemento del teatro de la crueldad de Antonín Artaud), de la cual había sido gestor, y consiguió inscribir su nombre en el universo cinematográfico por siempre y para siempre.

Para recordar en esta ocasión hemos escogido el último filme de Fassbinder: Querelle – Una pasión oculta.




El viaje a los abismos de sí mismo

“Cada cual debe decidir si es mejor llevar una vida breve pero intensa o larga y rutinaria”

Rainer Werner Fassbinder


El marinero George Querelle, hace su arribo a la brumosa y dinámica ciudad de Brest – un anclaje obligado para continuar el viaje hacía sí mismo, en la autocomplacencia –. Es en este escenario, en el que la niebla y la lluvia son iluminadas por la pálida presencia de un sol que se resiste al ocaso, donde se posará Querelle para brillar con luz propia e incendiar con sus ímpetus, toda presencia que se atreva a mirarlo. En efecto, tras su arribo a la “Feria”, el menos refinado pero el más distinguido burdel de Brest, empezará a ser perseguido por el ardor y el deseo de Lysiane (la dueña de La Feria); por el amor-odio y la pasión de su hermano Robert; por el asombro y la rudeza del imponente Nono; y por el amor sublime del Capitán Seblon (el esteta de la trascendencia). Sentir tal admiración, será para Querelle, la reafirmación de su extrañeza y de su carácter mitológico. Entonces, a partir de ese momento, se permitirá la expresión de sus inolvidables prácticas: el asesinato, el tráfico, el sexo, el desafío y la traición.

Tras esta sinopsis, es oportuno recordar que Fassbinder aceptó sin objeciones, la propuesta de llevar al cine Querelle de Brest, la majestuosa obra del escritor francés Jean Genet – proyecto desechado anteriormente por Bernardo Bertolucci y Sam Peckimpah, quienes consideraron dicha novela como obscena y provocativa –. La versión para cine, es una adaptación libre que, sin embargo, conserva la esencia y la fuerza del trabajo literario. Es entendible, y casi imperioso, que fuese Fassbinder, el que asumiera este reto, pues el movimiento vital y estético que trasegaba en su ser, tenía una notable sincronía con las experiencias de Genet. Pero Fassbinder, tenía muy clara la diferenciación entre las dos expresiones artísticas, por eso diría en el prólogo del guión para Querelle “El realizador cinematográfico que se interesa por una obra literaria no debe pues imponerse la tarea de plasmar con la mayor fidelidad las imágenes que la literatura despierta en el lector”. De ahí que, utilice en gran parte de la película, un narrador en off, cuya acción es más clarificadora que los mismos diálogos entre los personajes.




El primer plano general nos muestra al barco “El Vengador”, en el que trabajan unos marineros, al tiempo que, una voz fuera de plano, nos remite a las primeras palabras de la novela: “La idea de crimen evoca con frecuencia al mar, a los marineros. Mar y marinos no se presentan entonces con la precisión de una imagen; sino que el crimen hace más bien que la emoción bata contra nosotros en oleadas”. De entrada, se nos anuncia la intención de aproximarnos a una historia en la que, el escenario propicia una práctica; práctica a su vez, confirmatoria de la indagación en sí mismo que subsume al protagonista para, por primera vez, encontrarse, ó para reafirmarse. Claramente, Fassbinder dice de la película “En mi opinión, no se trata de una película sobre el asesinato y la homosexualidad. Es una película sobre alguien que se lanza a la búsqueda de su identidad sirviéndose de todos los medios que en esta sociedad se pueden utilizar... Para llegar a ser idéntico a sí mismo, Querelle tiene que considerar todo lo que hace desde dos puntos de vista: desde lo que la sociedad llama criminalidad o incluso desde más bajo aún, y, como esto no le sirve de nada, se ve obligado a engañar a los demás. No tiene otra manera de avanzar”.

En efecto, Querelle se nos muestra como conciente de su soledad aunque no se acostumbre a ella, por eso ha escogido el mar, ser marino, para encontrarse con el misterio, con lo insondable, con el único espacio que puede ser testigo de sus prácticas sin enjuiciarlo, por el contrario, le sirve más bien como protectorado. Algo parecido a la soledad que experimenta el artista: “A la soledad del criminal, se agrega la del artista que no reconoce otra autoridad... fuera de la de otro artista”.

El cambio de plano nos ubica en el otro importante escenario: “El hotel bar La Feria”. Allí, la dueña Lysiane realiza un romántico baile con su amante Robert (el hermano de Querelle), en tanto que, es observada por Nono (su esposo), quien acepta, tranquilamente, que su cónyuge tenga aquél amante.

En la siguiente secuencia, de vuelta al barco, hace su aparición el Capitán, Teniente Seblon, quien en un plano subjetivo observa y se recrea con la existencia de Querelle, e inicia su elegante y profunda expresión lírica – es él quien hace la parte reflexiva del film, desde su búsqueda constante y el sentimiento de querer llevar dentro a Querelle: “Querelle crece entre nosotros” –.




La llegada de Querelle a Brest, es equiparable con el descenso del séptimo ángel del Apocalipsis – según el relato bíblico, éste tiene el rostro como el sol, trae por aureola el arco iris y sus piernas son dos columnas de fuego; además, posa una pierna en el mar y otra en la tierra, y tiene un libro en la mano, cuyas letras, en la boca, se sentirán dulces como miel, pero en el estómago, serán amargas como hiel –. Enseguida, viene la entrada a la Feria: quien primero mira al marinero es Nono, luego Robert y por último, Lysiane. Todos, concentran la atención en Querelle, y siguen con paso renovado por la vida.

El reencuentro con Robert, supone para Querelle, la vuelta al desafío, a la seducción, a la expresión del amor y del odio, a la sensación de encontrar otro yo pero sin ser el que ha estado buscando. En adelante, los dos se enfrascarán en constantes batallas, en las que la puesta en escena, con riqueza plástica y acierto actoral, nos confirman el conocimiento y la presencia en su cine, de la formación teatral de Fassbinder. La importancia de esta extraña relación entre hermanos es resaltada cuando, justo al iniciar la primera confrontación, Fassbinder hace la dedicatoria del film “a la amistad con El Hedi Ben Salem Barek Mohammed Mustafa” (su amante argelino, con quien viviría alegres y tortuosos momentos, y que tal vez, llegaría a asumir como el deseado hermano que nunca tuvo).

Luego viene la revelación de Querelle, cuando asesina a su amante y cómplice del tráfico con opio, Vic Rivette. Esta escena está denominada como La visitación, parodiando el anuncio bíblico del nacimiento del Mesías. Un acompañamiento musical, con el oficio de difuntos, dará el tono de solemne a la caída del cuerpo marchito de Vic.

Pero faltaría algo para Querelle: la ejecución. Enseguida del acto criminal, va a buscar a Nono para que lo sodomice. Por primera vez siente la “pena capital”, lo cual, lejos de producirle dolor y malestar, le genera agrado e integración. Poco a poco, deja ver su carácter, en el que “las fuerzas misteriosas se multiplican al infinito”.



Más adelante, tiene ocasión el encuentro con otro asesino, Gil Turko (quien había asesinado a su amante Theo). Es éste, el primer intercambio con alguien de su misma estirpe: exaltación y conciencia del acto criminal. Una nueva sensación surca ahora al marinero, siente amor y deseo por el otro criminal, sin embargo, lo traiciona. En su imaginario, la máxima expresión del amor es la traición. Tal vez, el Teniente Seblon sea el único que lo entienda, por ello, éste se pregunta “¿será el amor un antro de criminales?”. Además, para Seblon, todo acto de Querelle es indiscutiblemente aceptado: la proyección de su insatisfacción vertida hacia ese otro que, actúa sin prevenciones sociales o morales. Pero, aunque la armonía interior de Querelle siga siendo indestructible, llega a reconocer el amor de Seblon hacia él, por eso, al final, en un estado de ebriedad, le ofrece su cuerpo para que aquél de rienda suelta al deseo contenido. Ante esa insinuación, Seblon, seguro e indiferente, responde negativamente, pues quiere mantener la libertad de quien no compromete el cuerpo sino, tan sólo, el pensamiento. Prefiere la humillación de su cuerpo que no logra consumar el deseo. “La humildad solo puede nacer de la humillación si no es falsa vanidad”.

Algunos datos adicionales sobre este trabajo: el film fue rodado completamente en estudio(un pequeño homenaje de Fassbinder a sus maestros y un recuerdo de las primeras películas de Gángsteres, que observó cuando era niño, en las cuales eran determinantes los escenarios construidos); tiene siete fundidos en blanco con unas frases poéticas, realizados intencionalmente para concentrar la atención del espectador y para hacerlo crítico, y así, evitar la fantasía que pueden evocar los usuales fundidos en negro; entre los decorados, sobresalen los espejos, las pinturas eróticas sobre las paredes y las formas fálicas a lo largo del muelle.

Por último, Fassbinder, en un bello acto de humildad, le reconoce la autoría a Jean Genet de la creación de la figura de Querelle, cuando en el plano final, a manera de epílogo, muestra un documento con información sobre el nacimiento y muerte del escritor francés.


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