6/05/2008

Preocupación por la forma 2





Fresas salvajes (Smultronstället)


Hemos leído recientemente el libro Imágenes de Ingmar Bergman (Upsala, Suecia 1918), publicado en la colección Fábula de Tusquets Editores (febrero 2001). Éste trabajo, pensado inicialmente como un libro de entrevistas con preguntas de Lasse Bergström y respuestas de Ingmar Bergman, a partir de las conversaciones sostenidas entre el 28 de septiembre de 1988 y el 1 de febrero de 1990, es luego retomado por el propio Bergman para elaborar el material y componer el texto, al cual se le suprimen las preguntas, dándole una mayor continuidad y aproximándolo más a un escrito autobiográfico.

Con gran sencillez, naturalidad y humildad, Bergman nos hace un recorrido por su vivencia artística: los eventos propulsores de la creación, las motivaciones vitales para comunicar su experiencia, los procesos de construcción de sus trabajos, las conflictivas relaciones familiares que le llevaron a dar una respuesta estética para afianzarse en el camino vital, y los fantasmas presentes en el complejo mundo psíquico que continuamente le planteaban interrogantes a la horizontalidad racional. Todo esto y mucho más, sobre situaciones específicas de su obra, es el resultado de más de sesenta horas de indagaciones a la memoria, recogidas y ambientadas acertadamente bajo el título de Imágenes.El libro cuenta además con una magnífica selección de fotogramas, realizada por Lars Ahlander, que nos da buena cuenta de la iconografía de Bergman; y en la parte final, trae una completa información sobre la filmografía, con fichas técnicas de cada trabajo, recopilada por Bertil Wredlund.

Bergman ha centrado su trabajo artístico en 2 vertientes: por un lado el teatro (actividad que aún lo ocupa), y por otro lado, el cine (actividad que lo ha llevado a ser reconocido en todo el mundo y que dejó un poco de lado desde 1983, luego de realizar Fanny y Alexander). De su prolífica producción cinematográfica, escogimos para recordar en ésta ocasión, el consagrado trabajo Fresas Salvajes (1957), cuyo guión lo escribió él mismo, en un periodo de hospitalización que le brindó la posibilidad de asistir a unas conferencias sobre temas novedosos referentes a molestias psicosomáticas.

El ocaso de un castillo de hielo


"Más allá no hay otra cosa
que frío, muerte y soledad"


Fragmento del filme Fresas Salvajes


El catedrático Isak Borg (Victor Sjöström) va a recibir un homenaje en la ciudad de Lund, por haberse desempeñado exitosamente durante cincuenta años en la vida académica. La noche anterior al viaje, el doctor Borg tiene un extraño sueño, en el que se ve caminando por una solitaria y desconocida ciudad. De pronto, un ataúd cae de un carruaje, dejando al descubierto una mano. Al acercarse Isak, la mano lo agarra y el personaje que se nos hace visible, curiosamente, es él mismo.

Al día siguiente, el profesor decide abandonar la idea de viajar en avión para irse en carro acompañado por su nuera Marianne (Ingrid Thulin). Durante el recorrido, Marianne aprovecha para contarle su difícil relación con Evald, derivada de la carencia afectiva que éste tuviera durante su crecimiento y que ahora se manifiesta como pura frialdad. En cierto momento, Isak detiene el carro frente a un bosque para contarle que allí pasó momentos interesantes junto a sus hermanos hace mucho tiempo, y enseguida, se sume en recuerdos de aquella época.

El viaje continúa, ahora con tres nuevos acompañantes que se dirigen hacia Italia. Más adelante, se les suman una pareja de esposos que han quedado varados en medio del camino. Juntos comparten una agradable cena, y luego Isak va a visitar a su anciana madre.

Durante el resto del viaje, Borg vuelve a hundirse en estados de sueño, en los que aparecen mezclados antiguos conocidos con los recientes compañeros, desempeñando el papel de árbitros y fantasmas (presencias que han determinado su carrera y que al final de sus días, vuelven a potenciar la memoria, pero reorientando el curso hacia lo que siempre hubiera querido).



El filme comienza con un plano general en interiores, que nos muestra al profesor Borg de espaldas, sentado frente a su escritorio, mientras el plano va cerrándose para concentrarse en el personaje. La voz del mismo profesor empieza la narración. En adelante, volveremos reiteradamente a escuchar la historia, las reflexiones y las búsquedas, en las palabras de Isak. De entrada, nos habla sobre las difíciles relaciones sociales que ha tenido y sobre su decisión de vivir el exilio en su propia casa. Seguidamente, nos cuenta sobre su trayectoria, sus logros, su familia. Un corte nos da a conocer los créditos, y luego regresamos a la narración con el relato del primer sueño, en el que su mirada extraviada busca algo, a alguien; en un ambiente vacío, sintiendo la persecución de la muerte y el triunfo de la ausencia (¿vida?).

La cámara sigue al personaje y nos regala bellísimos primeros planos, delicados paneos, finos encuadres y versátiles angulaciones. Completan la ambientación, de manera sugerente, algunos sonidos persistentes: el tic tac de un reloj sin manecillas, el repique de unas campanas de otro mundo y el traqueteo de un carruaje que ha quedado atascado. Es claro que, el sueño resulta siendo revelador de las carencias y temores que asaltan a Borg, por cuanto, al despertar, decide cambiar la vía para llegar a su homenaje. Las palabras de su ama de llaves y de su nuera, le afianzan la convicción de sus retraimientos. Detrás de su dulce fachada y de sus "buenos modales", se esconde un ser duro como una piedra.

En un segundo sueño, Borg recorre el "atajo de las fresas salvajes" persiguiendo a su amada Sara (Bibi Andersson), quien lo abandonó para casarse con Sigfrido, el hermano de aquél. La turbulenta relación que tuviera Bergman con su hermano mayor, es traducida en el filme como un robo de afecto del hermano de Isak. Entonces, resulta evidente que Bergman se retrata en la figura de Isak Borg. Éste mismo nombre tiene una intencional conformación lingüística, como el mismo Bergman nos lo aclara: “Isak Borg = I.B. = Is ("hielo") Borg ("castillo") (...) Modelé una figura que exteriormente se parecía a mi padre pero que era enteramente yo" (Bergman en Imágenes).



Posteriormente, viene uno de los momentos más esclarecedores del mundo afectivo de Isak. Tras una amena cena, en la que se embriagan de poesía, el profesor va a visitar a su madre, quien lo recibe con notoria frialdad y avasallantes reclamos. Allí sucede un encadenamiento simbólico a manera de presagio, pues el reloj que le enseña la madre de Isak a éste, también está sin manecillas, como en el primer sueño. Dicho evento lo sorprende y la expresión desentendida de su madre, le reafirman sus relaciones vacías de afecto... "Me retrataba a mí mismo en la figura de mi padre y buscaba explicaciones a las amargas peleas con mi madre" (Bergman en Imágenes).

En el tercer sueño siente la proximidad de la muerte, la cual es proclamada por su amada al frustrar la relación afectiva. Así mismo, fracasa en la presentación de un examen académico. Todo su saber se ha olvidado y es acusado por los cargos irresueltos que crea su memoria. Todos se han ido... Todo se ha ido... La operación del desarraigo resultó perfecta y el castigo asumido es ¡La soledad! Sus sueños le han servido para descubrir que ha estado muerto, aunque siga vivo... Muerto como una piedra... Frío como el hielo, peor que la muerte.

Después del largo viaje, al fin llega a la ceremonia. De nuevo como narrador, nos cuenta el por qué de sus divagaciones y la necesidad de escribirlas. A través de la historia fluye un sólo tema mil veces variado: las carencias, la frialdad, el vacío, la falta de redención, la vejez, la puesta en duda del camino recorrido. ¡Recordar escenas de la niñez es lo único que le calma la tristeza!


Al final, en un cuarto sueño, Borg alcanza el triunfo, salda sus anhelos... Tal vez, esto sea un reflejo de la consumación que se logra con la partida: tomado de la mano de su amada Sara, recorre el bosque y ve a sus padres quienes lo saludan desde la otra orilla del río. La mirada que lo acompaña es escrutadora, exaltada a través de un primer plano que se encadena con el rostro (que ahora vemos despierto y con expresión relajada). Un sonido de fondo que recorre la escala musical en las cuerdas de un arpa, acompaña el cierre tranquilo del filme.

Y por último, es necesario exaltar la magnífica actuación de Victor Sjöström y la manera humilde como Bergman reconoce su presencia: "Desde el principio la presencia del artista Sjöström empequeñeció todo lo demás (...) Lo que no había comprendido hasta ahora es que Victor Sjöström me había arrebatado mi texto y lo había convertido en algo de su propiedad, había aportado sus experiencias: su propio sufrimiento, misantropía, marginación, brutalidad, tristeza, miedo, aspereza, aburrimiento. Había ocupado mi alma en la forma de mi padre e hizo de todo su propiedad ¡no me quedó ni una miga! Lo hizo con la autoridad y la pasión de la gran personalidad. Yo no tenía nada que añadir, ni un comentario racional o irracional. ¡Fresas Salvajes ya no era mi película, era la película de Victor Sjöström!” (Bergman en Imágenes).





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