4/16/2009

Allegro de Christoffer Boe



Nos es grato corroborar que la obra de un nuevo director, de quien ya conocíamos su primer largometraje, va consolidándose y definiendo un cuerpo organizado tanto a nivel temático como en la apropiación y manejo de las diversas posibilidades cinematográficas. Es el caso de Christoffer Boe (Dinamarca, 1974), quien, no obstante su corta edad, ya ha tenido varios reconocimientos en importantes festivales del mundo y ha suscitado favorables comentarios en la crítica especializada.

Christoffer Boe es egresado de la Escuela Nacional de Cine de Dinamarca, donde realizó los cortometrajes Obsesión, Virginidad y Ansiedad. Con este último, que le sirvió como trabajo de grado, obtuvo el Premio Découverte de la Critica Francesa. Su primer largometraje, Reconstrucción (2003), obtuvo, entre otros, los premios: Cámara de Oro y Premio de la Juventud en el Festival de Cannes, distinción Fipresci de la crítica internacional a la revelación de 2003 y Descubrimiento del Año en los European Film Awards. En este trabajo ya se vislumbraba la seriedad en la experimentación con la imagen y la puesta en escena, y una particular orientación de la forma narrativa para develar los complicados escenarios mentales, jugando con las dimensiones temporales e indagando en los lugares de la memoria que guardan huellas imborrables.

Ahora hemos conocido su segundo trabajo, Allegro (2005), en el que nos concentraremos en esta ocasión. Con su tercer filme, Offscreen (2006) – que aún no conocemos – completa la trilogía sobre variaciones narrativas, mostrando a un actor que se filma a sí mismo en el proceso tortuoso que padece tras el desamor de su mujer.

Desde la primera visualización de Allegro, empezamos a sentir que estábamos frente a una especial manera de narrar la pervivencia del pasado y sus expresiones, que puede llevar a procesos de escisión en quienes se niegan a confrontarlo. Luego de una mirada más detenida, corroboramos dicha sensación y descubrimos elementos adicionales tanto formales como conceptuales, que nos confirmaron la aguda reflexión del joven director danés.


Definición de los lineamientos narrativos


El primer plano de la película nos muestra, sobre un fondo negro, una caja con una abertura lateral, que podemos observar gracias a la profusa luz que ilumina su interior. Es importante conservar esta alusión simbólica puesto que volveremos a encontrar un plano similar al cierre del filme. En efecto, la caja se va a cerrar herméticamente y sólo volverá a ver la luz al final, cuando ya todo esté resuelto.

Posteriormente, unas vibrantes panorámicas de la ciudad de Copenhague durante las horas nocturnas, nos define la ubicación espacial, que continúa y nos hace más precisa el narrador al enseñarnos las convenciones cartográficas. Aquí es oportuno resaltar que el primer acierto de la obra, es la dimensión que se le confiere al narrador. Siguiendo la catalogación que hace Friedman sobre los tipos de narrador, podemos decir que estamos frente a un narrador omnisciente. Más exactamente, según la naturaleza, extensión y grado de conocimiento que este tiene, y según la función participativa en la historia, corresponden a una omnisciencia editorial y una omnisciencia injerente. Y si tomamos como base la catalogación de Genette, encontramos que el narrador desempeña una función homodiegética (instancia de enunciación que cuenta la historia en la que interviene, sin ser el protagonista).

Retomando el curso de la película, el narrador empieza hablándonos de Zetterstrom (Ulrich Thomsen), el protagonista de la historia; de su infancia, su crecimiento y su encuentro con la música y con el amor. El recurso que utiliza es muy agradable, pues recurre a una expresión gráfica (a manera de historieta) que nos recuerda los cuentos infantiles y le trasmite cierta sencillez al relato. Rápidamente, también nos da a conocer a Andrea (Helena Christensen), la mujer que despertará el amor del protagonista; y nos informa que éste deberá “morder el polvo para que entienda que es amado por esta mujer”. Luego somos informados sobre la otra gran pasión de Zetterstrom: la música. En ésta, él encontró la calma y un escondite para evadirse de los inconvenientes de la vida.

Un corte nos lleva a una nueva secuencia. Ahora Zetterstrom, preadolescente, se dedica a tocar el piano, bajo la comprensiva mirada de su maestra, mientras él manifiesta su inconformidad con la ejecución que realiza. La búsqueda de la perfección lo acercó a la música. Lo acercó más y más, hasta apartarle de la vida, generándole una confrontación entre la experiencia musical y el amor. Pero, en el fondo, lo que él siempre anhelaba era poder amar.

La secuencia posterior nos ubica en el tiempo presente y nos enseña el nombre del filme: Allegro. Éste título es coherente si pensamos en la consideración elevada que el director Boe tiene de la música; para él, “la música es lo más natural en cuanto a reflejo, movimiento, cambio y generación de emociones y sentimientos, como en este caso el amor, el cual tiene el poder de desvanecer toda racionalidad existente y moldear una situación o a alguien que lo experimente”.



Olvido y escisión

En el siguiente segmento, asistimos al encuentro de Zetterstrom con Andrea. La cautivadora y sensual presencia en el filme de la modelo Helena Christensen, es aprovechada por el director para darle vida al personaje de Andrea, logrando resaltarle la tonalidad de los ojos y de los labios, de una manera muy sugerente. El primer encuentro es mostrado en planos contraplanos desde diversos ángulos, con notoria sutileza y aguda concentración en la expresión de los personajes. Luego de dicho encuentro, Zetterstrom mejora en la interpretación del piano, razón por la cual, da la idea de estar muy tranquilo. Pero, inesperadamente, Andrea decide desaparecer y él se propone olvidar ("meter todo adentro"). Esa será la causa de su dolor. En adelante, como pianista será magnífico, técnicamente hablando, pero carecerá de pasión. Su vida no logra completarse. Ha optado por la forma pura y, por lo tanto, renunciado a la renovación artística. Como mecanismo de defensa, recurre al ocultamiento mientras presenta sus conciertos, pues considera que lo único importante es la música y no él como mediador para que aquella tenga vida.

Evidentemente, la negación del pasado le genera una escisión anímica. Esto es lo que se propone restaurar el narrador (que aparece como un enigmático personaje, recurriendo a una treta para que el trauma lo lleve al límite y le sea necesario confrontar el pasado). Es así como le hace saber a Zetterstrom que su pasado se encuentra “secuestrado” en la Zona (un espacio configurado luego de una explosión de vértigo en la ciudad de Copenhague, envuelto por una capa gelatinosa, al cual nadie puede ingresar puesto que es una imagen, excepto el narrador en su carácter de omnisciente). El director utiliza a la ciudad como un personaje más. Sobre dicha opción nos afirma que “quería mostrar algo interesante de la ciudad, de sus habitantes, de la existencia de un ambiente totalmente humano pero vista desde otra óptica, algo más intimista”.

Sin duda, la ideación de la Zona como una niebla impenetrable donde se hallan los secretos para restituir la unidad del protagonista, es el mayor acierto de la historia. Aunque dicha referencia espacial no es nueva en el cine, en Allegro, alcanza una fuerte consistencia simbólica que nos sugiere variadas aproximaciones al psicoanálisis y a otras psicoterapias. Podemos asumir que la Zona es una manifestación del Espacio Interior, por tanto, se diferencia del espacio-tiempo que tenemos como evidente, y nos hace una transposición a otra dimensión temporo-espacial. Allí desaparece la división entre lo simbólico y lo real, y se materializan los deseos. Es posible que se cree una imagen fantasmal (la mujer-objeto del conflicto, vive en la imaginación del protagonista) en el intento de materializar las fantasías traumáticas más profundas.
El vacío que se produce frente a una zona prohibida es una forma de hacernos enfrentar con nuestra verdad negada. Todo apunta a descubrir, por medio de un viaje interior, la propia verdad. Esto quiere decir que también podemos entender la zona como un “nosotros mismos” donde se reflejan los deseos insatisfechos – aunque es un interior inaccesible, que no equivale al inconsciente –. Cuando el protagonista decide regresar a su país para enfrentarse a la zona, Andrea empieza a aparecérsele de manera espectral, y él no duda en presentarle todos los interrogantes que lo atormentan, especialmente, sobre el por qué de su abandono. Obviamente, lo que sucede es que él se está hablando a sí mismo.
En el análisis que hace Slavoj Zizek de la Zona en Stalker y Solaris (dos filmes de Andrei Tarkovski), nos da una interpretación que puede darnos algunas luces en este caso: “La Zona no es un mero espacio mental fantasmático donde cada cual encuentra (o proyecta) la verdad sobre sí mismo, sino más bien la presencia material, lo Real de una Otredad absoluta e incompatible respecto a las reglas y las leyes de nuestro universo”.
Al indagar a Tarkovski sobre la zona en sus películas, él nos daba una visión que nos parece oportuno considerarla, al aproximarnos a la Zona en Allegro; Tarkovski nos decía: “La Zona no existe. El mismo personaje ha inventado la Zona. Es una forma de proporcionarse alguna esperanza”. Es algo similar a lo que nos decía Hegel: “el velo suprasensible, más allá del velo de las apariencias no contiene nada, sólo aquello que el propio sujeto pone cuando proyecta allí su mirada”. Aunque en Allegro, la Zona es ideada y manejada por el narrador, no deja de ser interesante, tener en cuenta la posibilidad de que esta exista en la cabeza del protagonista como una suerte de “zona de otredad fantasmática”.
En fin, tratar de buscar el significado de la Zona, es aproximarse a la indeterminación misma. Por esta razón, consideramos como válidas, múltiples lecturas sobre este particular espacio-tiempo.
Integración y libertad
La confrontación con la Zona (en los términos en que preferimos asumirla, es decir como un Espacio Interior) necesariamente debe conllevar a un cambio en los afectos del protagonista. Esa es la intención del narrador en el filme, y es lo que parece querer decirnos el director, quien considera que “el hombre se encuentra confundido respecto de sus sentimientos hasta el punto de cambiar su realidad y perder su identidad, y tan solo un tratamiento de choque es capaz de hacerle abrir los ojos”.
La película alcanza a mostrar, de una forma didáctica y rápida (tal como es la fluidez de un allegro) el mecanismo de operación de algunas psicoterapias. Desde el psicoanálisis hasta los métodos más recientes de tratamiento psicológico, se ha venido insistiendo en la importancia de buscar en el pasado los orígenes de las manifestaciones traumáticas.
El caso de Zetterstrom es el típico de un individuo que pretende proyectar el futuro sin tener en cuenta las capas del pasado. Siguiendo las aseveraciones de Bergson, aceptamos que el pasado puede haber dejado de ser útil pero no de existir. Es más, el movimiento de la percepción solo es viable sobre el pasado; es el progreso del pasado el que corroe el porvenir. La memoria que pretende afirmarse en el presente es fija y busca acomodarse a los resultados esperados. Mientras que la memoria auténtica, se afianza en el pasado, es coextensiva a la conciencia y se manifiesta tras alinear los hechos que han sido determinantes.

La situación de Zetterstrom es muy similar al de las “amnesias sistematizadas” de los histéricos. En éstos, los recuerdos que parecen abolidos están realmente presentes buscando liberarse. Es lo que al final logra entender el protagonista cuando decide retornar a la Zona para enfrentar lo que no había querido ver. La recuperación del mundo tenebroso, lo lleva a experimentar los dolores propios del pasado enterrado y a revivir los conflictos que antes no pudo manejar. De esta forma descubre en sí mismo una fortaleza con la que había soñado, pero que no se sentía capaz de asumir. La vida le presenta una segunda oportunidad, pero la realidad es dolorosa puesto que Andrea ya no está y no volverá jamás. En la Zona, efectivamente, se realiza el verdadero deseo, que muchas veces no coincide con el que esperaba el sujeto.

Al final, ya reconciliado con el pasado, Zetterstrom puede dar el mejor concierto de su vida. Ahora ha aprendido que la libertad es la ausencia de los límites interiores para dejar fluir los sentimientos. Ha llegado a la autocomprensión y la autoexpresión. En adelante, podrá entregarse al sentimiento controlando al mismo tiempo la acción. El plano final recupera la simbología inicial de una caja que se abre para enseñarnos su interior totalmente iluminado.
Imágenes tomadas de la red, de Christoffer Boe y de su filme Allegro