Con posterioridad a la efervescencia
sostenida durante la década de 1920 en torno al cine como expresión artística
autónoma, también surgieron otros discursos que continuaron en el mismo intento
de definirle parámetros propios al cine y, específicamente, a la imagen
cinematográfica. De éstos, reseñamos algunos que nos parecen
fundamentales.
Para
Jean Mitry, retomando a Rudolph Arheim, lo primero que se debe hacer es buscar
vínculos entre el cine con la psicología de las percepciones, pues en la sala
de cine, frente a la pantalla, vivimos un estado cercano a la hipnosis, por la
“captación” que se da de la conciencia atenta, pero sobre todo, porque se vive
una situación análoga al sueño, al darse una “transferencia perceptiva” en la
que lo imaginario sustituye a lo real9. Además, aclara que la
percepción del relieve más que como una función óptica, resulta de una relación
psicológica, pues el relieve en la imagen es algo que podemos apreciar debido a
un mecanismo físico óptico (visión binocular) pero también, debido a un hecho
psicológico, que es producto del desplazamiento y de la acomodación
(aprehensión) dentro del espacio, que hemos realizado (percibido). Para Mitry,
respecto de la Imagen mental, es
claro que no hay esa imagen mnésica, sustancial, preexistente, pues ya con la
fenomenología y la psicología se había superado la creencia de que hay imágenes
substanciales (conservadas en la memoria), dispuestas a aparecer en el momento
oportuno cuando las busquemos en la conciencia. No es que no pensemos con
imágenes, sí lo hacemos pero de una manera móvil, a través de un “imaginario”
(lo cual es una actividad del espíritu). Así es como Mitry concibe las
imágenes, como “constituyentes del
pensamiento”. “La imagen es la forma misma bajo la que el pensamiento aparece a
la conciencia y se conoce como tal”10. La imagen fílmica la concibe
como constituida por una serie de instantáneas sucesivas; instantáneas que
provienen de la fotografía. Esa misma imagen se nos presenta como una “imagen
espacial” semejante al espacio real (“siendo imagen de las formas y las
relaciones que definen este espacio”); y se pregunta si realmente crea un
espacio o si es que posee su propio espacio o si es la percepción visual la que
nos permite tener una imagen del espacio. Lo que si tiene claro es que en el espacio fílmico no tenemos autonomía para
desplazarnos, pues éste está definido por el realizador cinematográfico. La
imagen fílmica está objetivamente presente, pero es la imagen de una realidad
ausente (una realidad pasada de la que ella sólo es imagen). Con la proyección
se actualiza la imagen, lo mismo que sucede con la imagen mental. La cinta del
celuloide vendría a ser, entonces, algo así como la memoria. También habla de La imagen como símbolo, puesto que toda
imagen – en el filme – se encuentra ya cargada de sentido, incluso antes de
interactuar con cualquiera otra. Pero en cuanto a significado (y significante)
ya es el observador el que puede dárselo (aunque el director ha pretendido o lo
ha creado, al vincular las imágenes de cierto modo). La significación es un
constructo mental en el acto de ver, mientras que la realidad del signo es que
existe y para él, eso es suficiente.
En
otro momento, Mitry dice que en el cine, las cosas dentro del cuadro (aisladas
aparentemente de la totalidad de la imagen) están inscritas en una realidad
contingente, con un inicio y un fin, y una finalidad. Esa cosa, en el cine,
remite a una idea. Con este postulado, nos abre un amplio espectro para
adentrarnos en lo que tiene que ver con el cine-pensamiento,
sobre lo cual insistiremos más adelante.
Desde
un ángulo diferente, Pier Paolo Pasolini nos presenta una serie de reflexiones
sumamente importantes por cuanto, logra mostrar otra faceta de la lingüística,
tratando de encontrarle nuevas ubicaciones a la práctica cinematográfica. Para
él, las imágenes en el cine son concretas por oposición a las imágenes de la
literatura que usualmente son abstractas. Además afirma que el cine tiene un
componente objetivo, pues incorpora elementos (arquetipos) de la mímica del
habla y de la realidad vista por los ojos. El director fílmico, libremente
escoge objetos, paisajes o personas como sintagmas (signos de una lenguaje
simbólico) que tienen una larga historia pre-gramatical. Lo que se ha logrado
configurar como convención (diccionario) responde a cuestiones estilísticas y
no gramaticales. Las convenciones han surgido como estilemas y después es que
se han convertido en sintagmas. Pero el estilo va cambiando rápidamente con las
innovaciones de los nuevos movimientos. Pero antes de llegar a este punto nos
ha hecho una ubicación sobre la incidencia de la Lengua en el mundo
capitalista. Considera a la lengua como un instrumento de comunicación mas no
de expresividad. Dice que hay una “lengua de clase” y que el modelo que se ha
afianzado es el de las superestructuras culturales, pero que ahora se imponen
las lenguas de las infraestructuras, de los técnicos, de la producción, lo cual
define una evolución socio-lingüística, y ahí es donde ubica al cine,
considerando que éste comienza de cero, en cuanto a determinantes sígnicos, por
lo tanto, la primera labor del creador cinematográfico es lingüística y sólo,
posteriormente, estética; contrario a lo que sucede en la literatura, la cual,
de entrada, supone una creación estética. Continua afirmando que el cine es
“Toda la vida en el conjunto de sus acciones, es natural y viviente: en esto,
es lingüísticamente el equivalente de la lengua oral en su momento natural o
biológico”11, y si quisiéramos pensar en una gramática
cinematográfica, tendríamos que decir que la unidad mínima de la cinelengua serían los cinemas (“los objetos, las formas o
actos de la realidad permanentes dentro de la imagen cinematográfica”12).
Los cinemas son “pescados” de la realidad o del significado de la realidad, en
un eje vertical (imaginario y gráfico) que es el de la cine-lengua. El lenguaje
de la realidad (natural) se hace “escrito” a través del cine. Con esto lo que
quiere decirnos es que la naturaleza del cine es la misma realidad. “El cine
como lengua escrita de la realidad”, que se manifiesta siempre en acciones. De
esta forma, lo que es necesario hacer es la semiología pero de la realidad. En
principio, Pasolini entiende el cine como un plano–secuencia ininterrumpido e
infinito (inscrito en la realidad) pero ya en el ejercicio del filme no cree que sea un plano-secuencia
sino que es cortado por el montaje, el cual aísla las “cosas” del mundo en una
continuidad e infinitud lineal “sintética”. En el cine se está vivo (presente).
En el filme se muere, se hace concluso (pasado). Es el montaje el que instala
eventos fuera del tiempo.
Continuando
con su agudo estudio, Pasolini llega a su máxima conceptualización cuando habla
de la “lengua de poesía” (irracional) que es la que espera logre adueñarse del
cine. La historia del cine nos muestra un numeroso grupo de filmes que hacen
parte de la “lengua de la prosa cinematográfica narrativa” (Modo de Representación Institucional),
en los cuales la función primordial es la de comunicar, mientras que en el
nuevo cine (Cine de poesía) lo que se
pretende es transportar a estados interiores, a generar “comunicación con uno
mismo” (nueva subjetividad), para ello,
lo que hay que hacer es pasar del “no hacer sentir la cámara” al “hacer sentir
la cámara”, manteniendo un particular ritmo que le abre la dimensión
espacio-temporal al cine, de donde infiere que el cine es una lengua
espacio-temporal mas no audio-visiva (salvo en el análisis material primero).
En
estudios más recientes como el de Santos Zunzunegui, se nos hace un recorrido general por diversas posiciones
teóricas frente a la imagen, haciendo una clara diferencia entre la imagen
figurativa, la imagen abstracta y la imagen mental. Continúa haciendo un
análisis de la percepción y presentando algunos lineamientos para realizar una
semiótica de de la imagen, siempre tratando de mostrar que no hay percepción
que no sea significativa, que la semiosis y la percepción “componen un ‘nudo
inextricable’”. Desde la óptica lingüística en la cual se alinea, nos habla de
las imágenes como “objetos portadores de sentido”13 y reconoce la
posición de Eco para quien “las imágenes deben ser consideradas como textos visuales, no analizables ni en signos
ni en figuras”14, lo cual da a entender el texto como una secuencia de signos que produce sentido.
Zunzunegui
recuerda una vez más la diferencia entre significación y comunicación. Por
supuesto, el papel de la imagen artística (significante) no tiene por qué tener
como primer objetivo el comunicar. Y al finalizar el texto Zunzunegui dice: “en
el mundo contemporáneo la imagen no es tanto algo que se mira (punto de vista) como algo que se piensa (se calcula)”15, con lo cual nos deja abierta
la puerta para seguirnos planteando si las variaciones técnicas de la imagen,
necesariamente, cambian el concepto de imagen hasta ahora manejado, y si esa
constatación es cierta ¿cómo pensarse de nuevo la imagen?
Notas
9. Jean Mitry, Estética
y psicología del cine Tomo 1: las estructuras, siglo xxi editores, S.A. de
c.v., México D.F., 1998, pág. 125
10. Jean Mitry, ibídem, pág. 209
11. Pier Paolo Pasolini, Empirismo
herético, editorial Brujas, Córdoba-Argentina, 2005, pág. 283
12. Pasolini, ibídem,
pág. 279
13. Santos Zunzunegui, Pensar la imagen, ediciones Cátedra,
Madrid, 2007, pág. 73
14. Umberto Eco, citado por
Zunzunegui, ibídem, pág. 77
15. Zunzunegui,
ibídem, pág. 243
Imágenes tomadas de la circulación libre en la red
No hay comentarios:
Publicar un comentario