9/02/2008

CINE DEL SUR: ENTRE EL ASOMBRO Y LA AVENTURA

I. Introducción
La presencia del cine en la región que va desde el Río Bravo (México) hasta la insondable Tierra del Fuego (Argentina) ha estado atravesada por diversas experiencias, algunas de las cuales intentamos traer a la memoria para no dejar que el avasallador poderío del olvido nos impida ver la lucha de algunos quijotes que lo arriesgaron todo para iluminar este vasto territorio con las imágenes-movimiento.
Al indagar por la memoria fílmica encontramos, de entrada, algunas dificultades por la escasez de información y materiales de apoyo que nos permitan profundizar en el estudio, esto será un indicativo notable de la poca importancia que durante mucho tiempo, se le dio a la conservación de la memoria audiovisual.
El asombro suscitado por la nueva experiencia artístico-perceptual y la utilización de ella para recrear escenas cotidianas, que apuntaban no más que a la diversión en los años iniciales, no dejó lugar para pensar en la importancia de conservar dichas piezas, y hoy en día, encontramos que la mayor parte de las primeras filmaciones – realizadas a lo largo de un notable lapso (1896-1930) – desaparecieron. Fueron destruidas de forma intencional o fortuita (como ocurrió, en este último caso, con el incendio de la cinemateca mexicana en 1982). Además, las pocas copias que pueden encontrarse, están recortadas o semi dañadas por el precario cuidado que se ha tenido para su conservación, y de cierto material, no hay más que referencias en los periódicos.
Hoy, cuando se reconoce la importancia de la labor de preservación y restauración del material fílmico, aún se padece de falta de apoyo estatal para ello y la infraestructura técnica que se tiene tampoco es la más adecuada. Gran parte de las fuentes que tenemos para el estudio de la época silente, están en escritos periodísticos que relataban el nuevo acontecimiento como algo exótico, como una posibilidad para la diversión y en muy pocos casos para el aprendizaje.
Otro problema, a nivel metodológico, es el intento de agrupar bajo una misma temática los procesos sucedidos en un territorio de gran extensión que, aunque con elementos comunes como la lengua, el pasado colonial, el mestizaje, la condición precaria a nivel económico, entre otros, ha tenido diversos y desiguales avances en materia cinematográfica, tanto en el desarrollo tecnológico como en el manejo conceptual.
Pero ante las dificultades, se impone el propósito de iniciar una mágica aventura para recordarse, contarse, apropiarse y mirarse desde dentro, en el transcurso vital que nos ha tocado con el soporte de la imagen-movimiento, advirtiendo, eso sí, que es muy difícil abarcar todo el proceso.
Para nuestro acercamiento, hemos tomado como marcos referenciales: el proceso histórico; las propuestas teóricas; los intentos para la conformación de una industria cinematográfica; el apoyo estatal y las leyes de promoción fílmica; los trabajos de conservación de la memoria y de formación a través de instituciones propias; la creación y presencia en festivales, los premios, los directores, los actores y los filmes más destacados.
II. Entre el asombro y la aventura: desde los inicios hasta la década de 1950

En el periodo que va desde la primera proyección de cine hasta la década de 1950, fueron tres las cinematografías que lograron mayor avance (México, Argentina y Brasil) tanto por el número de producciones y la consolidación de sus actores como por la asimilación de la nueva propuesta artística y el desarrollo tecnológico de la misma. En otros países, el proceso fue más lento y precario, salvo algunas realizaciones que nos parece importante rescatar.

México

Los mexicanos tuvieron el privilegio de ser quienes por primera vez en el Territorio del sur, asistieron a una función cinematográfica en 1896. Por esos años, llegaron a América Latina varios camarógrafos provenientes de Europa como parte del proyecto difusor propiciado por los hermanos Lumiére, quienes acordaban proyecciones con los diversos gobernantes para promocionar el invento del cinematógrafo. Además, buscaban escenarios exóticos que les permitieran hacer filmaciones para enviar a los productores en sus países. Fueron estos emisarios, los que organizaron y realizaron las primeras proyecciones y grabaciones. La primera filmación referenciada data de 1896: El Presidente de la República paseando a caballo en el bosque de Chapultepec (1); y el primer largometraje, Fiestas presidenciales en Mérida, se produjo en 1906. En ambos casos, era el deseo de captar ciertos momentos de la vida del Presidente Porfirio Díaz lo que inquietaba a los realizadores. Al mismo tiempo, realizaron algunos cortos documentales y, posteriormente, se centraron en la elaboración de trabajos con la temática de la revolución. Camarógrafos ahora mexicanos como los hermanos Alva (La revolución orozquista, 1912), acompañaban y grababan las batallas, lo cual vendría a ser un antecedente de los noticieros y una referencia importante para el registro de las confrontaciones de la I Guerra Mundial en Europa.
En lo que siguió de la época muda, se presentó la avalancha del cine de EE.UU., el cual llenó las pantallas. Hacia 1925, el 90% de las proyecciones era de material proveniente de Hollywood (2). Así mismo, los grandes estudios del norte, incorporaron para su gala de estrellas a figuras mexicanas como Dolores del Río, Ramón Navarro y Lupe Vélez. Del periodo silente, la obra más representativa es El automóvil gris (1918) de Enrique Rosas, la cual, por primera vez se inspira en hechos reales (un caso policial ocurrido en 1915).
Con la llegada del cine sonoro, se presentó una nueva motivación para los cineastas locales que buscaban competir con la avasallante propuesta Hollywoodense, pues la posibilidad de expresar elementos culturales propios, como la música y el acento, daba para pensar en una mayor acogida del público. Es así como crean las primeras industrias nacionales para desarrollar aquel presupuesto. Empero, los costos sumamente altos de la nueva incorporación técnica y el rápido desarrollo de ésta en EE.UU., supuso un mayor distanciamiento entre las casas productoras locales frente a las extranjeras.
No obstante, en esos años, México viviría su mejor momento cinematográfico. La primera película sonora, Santa (1931), de Antonio Moreno, incorporó la música y la atmósfera de burdel, temas determinantes en las siguientes producciones.
La presencia de tres realizadores extranjeros en México (Serguei Eisenstein, proveniente de la URSS, quien había conseguido patrocinio local para filmar Que viva México – proyecto que terminaría frustrándose –, Arcady Boytler, de ascendencia rusa, quien dirigió La mujer del puerto (1933) y el fotógrafo Paul Strand) fue una referencia trascendental para el manejo temático y estético que luego desarrollarían los creadores nacionales.
En 1938, la industria del cine era la segunda en importancia después de la petrolera (3). El éxito de la distribución en América Latina fue notable, lográndose mantener durante varios años.


Al periodo que va de 1941 a 1945 se le ha llamado la “época de oro del cine mexicano”. En éstos años se consolidaron importantes figuras como el director el “Indio” Fernández con sus trabajos dedicados a resaltar el sentimiento mexicano, quien estuvo apoyado por los iconos actorales Dolores del Río y Pedro Armendáriz en los filmes Flor Silvestre (1943) y María Candelaria (1943).
También se destaca el director Fernando de Fuentes quien tuvo su máximo logro con Allá en el rancho grande (1936), en la que Gabriel Figueroa hizo la fotografía, con la cual obtuvo el máximo galardón en el Festival de Venecia. Fuentes, además, dirigió el primer éxito de María Félix en Doña Bárbara (1943). Otras figuras importantes fueron los cantantes Jorge Negrete y Pedro Infante a quienes convirtieron en actores, y el cómico Cantinflas, artista de espectáculos populares, quien tendría en el cine sus mejores logros, desde su notable trabajo en Ahí está el detalle (1940).
Durante este periodo, podría decirse que la competencia de las producciones mexicanas con las de EE.UU. estuvo más bien equiparada, pero el repunte de Hollywood después de la II Guerra Mundial, le impidió a México sostener la competencia, además las temáticas se volvieron reiterativas y ya no tenían la misma aceptación en el público. Vendrían, entonces, momentos para pensar en la renovación.
Argentina

El primer acercamiento al cine se dio en 1896 con la función de La llegada del tren de los hermanos Lumiére, en el Teatro Odeón de Buenos Aires (4). Desde aquel momento, el camarógrafo francés Eugenio Py y el local Federico Valle realizaron los primeros noticieros y retrataron escenas cotidianas, como desfiles militares, ferias rurales, ceremonias oficiales y momentos privados en algunas haciendas.
Para 1900, ya se había establecido la primera sala de cine: El Salón Nacional con 250 localidades (5). La primera película argumental que realizaron fue El fusilamiento de Dorrego (1908) de Max Gallo, quien recurrió a destacados actores de teatro para incorporarlos en su elenco. El primer largometraje fue Amalia (1914) de Enrique García.
En 1915, tuvo lugar el primer gran éxito de taquilla con Nobleza Gaucha, de Humberto Cairo, Enrique Ernesto Gunche y Eduardo Martínez. Ésta mostraba con notable realismo la relación opuesta entre la vida rural y el mundo de la ciudad. En ella se invirtieron en la producción $25.000 y obtuvieron $500.000, en sólo 6 meses.
Un hecho importante para la historia de la cinematografía mundial lo constituye la realización del primer filme de animación: El apóstol (1917), producido por Federico Valle y dirigido por Quirino Cristiani, a través del cual se hacía una crítica al Presidente Irigoyen (6).

Después de 1916, EE.UU. impuso su política comercial de distribución y llegó para desplazar a las producciones europeas – las más promocionadas hasta ese momento – e imponer su prototipo temático. El realizador más importante de la época muda fue El “Negro” Ferreyra, quien realizó en 1920, Palomas rubias, primera película que se considera lograda. Además, fue quien realizó la primera película sonora: Muñequitas porteñas (1931).


Con la llegada del sonido, los productores locales quisieron imitar a los estudios de Hollywood y para ello crearon unos propios aunque con notables limitaciones técnicas. A nivel temático, incorporaron las manifestaciones culturales más exitosas, como el teatro y la música (el tango que ya se había expandido a varios países). La figura de Gardel, que ya era reconocida en el mundo, interesó a productores de Nueva York y Paris, lugares donde iría a realizar tres de sus éxitos: Melodía de arrabal (1932), Cuesta abajo (1934) y El día que me quieras (1935). La presencia del tango en el cine, se convirtió en el mejor pretexto para desarrollar la industria nacional. En 1933, se dan los primeros pasos con la película Tango, de Luis J. Moglia Barth, en la que hacen su aparición Libertad Lamarque, Tita Merello, Luis Sandrini y Pepe Arias, destacadas figuras de la actuación y del canto. Posteriormente surgen dos mejorados estudios: Argentina Sono Films y Lumitón. Éstos muestran un interés especial por apoyar proyectos que recrearan escenas de arrabal, desarrolladas en melodramas, comedias y musicales.

Durante la década de 1940 suceden tres hechos muy importantes para la cinematografía argentina: nace en 1942 la Cooperativa de Artistas Argentinos Asociados (AAA); hay una creciente intervención del Estado para el apoyo de la industria fílmica; y EE.UU. prohíbe la venta de película virgen para Argentina, debido a la posición neutral de esta última en la II Guerra Mundial. A partir de 1946, se entra en un periodo de crisis y las nuevas orientaciones de la política nacional determinarán un descenso en el avance cinematográfico que volverá a replantearse después de 1955.


Brasil
La primera sala de cine, El Salao de Novidades se abrió en 1897 por los hermanos italianos Alfonso y Paschoal Segreto (7), quienes, además, realizaron la primera filmación de la Bahía de Guanabara en 1898. Luego, entre 1906 y 1911, se vivió la “Bela época” del cine brasilero con más de doscientos trabajos sobre temas cotidianos como actos cívicos y partidos de fútbol, al igual que algunas óperas, comedias y policiales, entre los que se destaca Os Estranguladores (1908) de Antonio Leal. A partir de 1912, imperó la fuerza comercial orientada por los filmes de Hollywood y la producción local cayó notablemente.

Los directores más destacados de la época muda fueron: Luís de Barros (con cerca de 20 películas) y Mauro Peixoto, quien realizó Límite (1931), filme experimental emblemático, consagrado en 1998 como uno de los más importantes en toda la historia de la cinematografía brasileña.


Ya en la época sonora, Humberto Mauro, quien había comenzado su producción en Cataguases, se desplazó a Río de Janeiro para rodar Ganga Bruta (1933), uno de los trabajos que tuvo bastante eco en la década de los sesenta entre los iniciadores del Cinema novo, pero que en su momento fue más bien ignorada.
Por su parte, Adhemar Gonzaga fundó en 1930 la productora Cinédia (la cual publicó la revista Cinearte) y se propuso hacer conocer a Carmen Miranda, quien fue una de las estrellas de Hollywood en la década de 1940. Más adelante, aparece la productora Sonofilms, la cual desarrolló uno de los géneros más populares: la chanchada (una especie de comedia musical de gran aceptación en el público, aunque poco elaborada cinematográficamente). En ellas se destacó y se hizo célebre el cómico Oscarito.
Hacia 1949, aparece la productora Vera Cruz aportando notables mejoras técnicas que le permitieron realizar en 4 años importantes filmes como O Cangaceiro (1953) de Lima Barreto, con el que alcanzó un premio en Cannes. Pero el ingenuo desarrollo comercial hizo que pronto desapareciera la empresa que prometía desarrollar una cultura brasileña auténtica y de buena calidad. Con el derrumbe en 1954 de la Vera Cruz, decae la producción nacional y surgen nuevas visiones para desarrollar a través del entorno cinematográfico.
Otras cinematografías

En otros países como Venezuela, Chile, Cuba, Bolivia, Perú y Colombia, surgieron las primeras proyecciones y realizaciones (básicamente noticieros y documentales) a partir de 1897. Fue un inicio vacilante y poco estructurado. Sin embargo, con el apoyo económico de algunos distribuidores y exhibidores privados a partir de 1910, se logró la apertura de varias salas de exhibición, especialmente en las ciudades capitales. Cuba alcanzó a tener alrededor de 200 salas de proyección por esa época, pero fue muy difícil para los exhibidores poner a competir las producciones nacionales con las que provenían de Hollywood. Eso hizo que la creaciones locales continuaran, apenas, con algunos documentales no muy referenciados.
De los trabajos realizados en la época silente son importantes los siguientes: en Chile, El Húsar de la muerte (1926) de Pedro Sienna; en Bolivia, Corazón Aymara (1925) de Pedro Sambarino y La profecía del lago (1925) de José María Velasco Maidana; en Colombia, María (1922) de Máximo Calvo y Alfredo del Diestro, Aura o las violetas (1924) de Pedro Moreno Garzón y Vincenzo Di Doménico, Bajo el cielo antioqueño (1925) de Arturo Acevedo, Alma provinciana (1926) de Felix J. Rodríguez – estas dos últimas, recientemente restauradas por la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano-- ; y en Perú, el documental Los centauros del Perú (1911).

La llegada del cine sonoro tardó para estos países. Mientras tanto se continuó recurriendo al trabajo artesanal. La influencia de México y Argentina siguió siendo notable en sus vecinos, siendo éstos últimos los que más incidieron en los nacientes intentos industriales de los primeros. En Cuba y el Caribe, se notó la influencia de México por la escogencia de sus locaciones para desarrollar sus proyectos y por la incorporación en sus producciones de destacadas estrellas como Rita Montaner, Ninón Sevilla y María Antonieta Pons; en Colombia se realizaron noticieros cinematográficos y el largometraje Allá en el trapiche (1941) de Roberto Saa, la cual tuvo una marcada influencia mexicana; en las producciones del Perú era notoria la influencia tanto mexicana como argentina; en Bolivia, se exaltó un tema histórico sobre la guerra del chaco en Infierno verde (1936) de Luís Bazoberry; y, en Chile, se crearon los estudios estatales Chile Films en 1942, los cuales fueron manejados por los argentinos de la Sono Films, sin alcanzar a tener éxito ni dentro ni fuera del país.
Para terminar queremos ratificar que el cambio cultural ocurrido a partir de la llegada del cinematógrafo a América Latina, tuvo importantes manifestaciones en diversas esferas humanas y sociales. Por un lado, a nivel cognitivo, supuso la apertura para indagar por otras realidades escondidas en recónditos lugares de la imaginación o del inconsciente; a nivel económico, sirvió para informar del desarrollo sucedido en los países industrializados y hacer conciencia de la gran brecha que nos separaba; a nivel social, despertó un especial interés por retratar los elementos culturales propios; y, como extraño elemento político-simbólico, sirvió para derrumbar – al menos durante los momentos de una función – las diferencias de clase, y agrupar en una sala disímiles públicos.

Así es como hemos querido recordar la ferviente lucha que sostuvieron los iniciadores del cine para tratar de asimilar e incorporar la nueva posibilidad artística dentro de los imaginarios culturales del Territorio del sur.

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Notas

1. Maximiliano Maza, en Más de cien años de cine mexicano, página web: http://cinemexicano.mty.itesm.mx/, Maximiliano Maza, 1996, México.
2. John King, El carrete mágico, Colombia, Tercer Mundo Editores, 1994 p. 40.
3. Ibíd., p. 77.
4. Historia del cine argentino, en página web: http://webs.satlink.com/, Cinematec@, Buenos Aires, Argentina.
5. John King, op. cit., p.25.
6. Paraná Sendrós, en Historia del cine argentino, página web: http://www.surdelsur.com/, Farber & Asociados C. A. de Buenos Aires, Argentina.
7. Vicente de Paula Araujo, A Bela Época do cinema brasileiro, citado por John King, op. cit., p.42.


Imágenes tomadas de la red, de los siguientes filmes y artistas: María Candelaria, El automóvil gris, Dolores del Río, Gabriel Figueroa, Nobleza gaucha, Muñequitas porteñas, Tango, Límite, Ganga bruta, El Húsar de la muerte, La profecía del lago y Alma provinciana.

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