“…Soy un ojo fílmico, soy un ojo mecánico, una máquina que os muestra el mundo solamente como yo puedo verlo”
Dziga Vertov
Continuamos con el tema de las vanguardias cinematográficas, sobre el que ya hicimos una presentación general (de sus inicios) en el artículo pasado. Cómo consideramos que éste ha sido uno de los periodos más importantes en cuanto a la exploración con el dispositivo cinematográfico para construir conceptos propios y para establecer una territorialidad dentro de los escenarios culturales que se empezaron a desarrollar en el siglo XX, persistimos en su estudio y en la recuperación histórica de algunos filmes que no se pueden olvidar a la hora de inspeccionar la historia del cine.
La mayoría de los realizadores cinematográficos de los años veinte, tenían vínculos estrechos con otras expresiones artísticas (literatura, poesía, música, artes plásticas) y hacían parte de proyectos socio-culturales para la renovación de los esquemas políticos. Así pues, fue éste un periodo de verdadera efervescencia de ideas que pretendían aparecer como necesarias para replantear los discursos de todo orden.
Para esta ocasión seleccionamos dos importantes directores que tuvieron experiencias muy notables en lo teórico y en lo práctico, son ellos: Walther Ruttmann y Dziga Vertov, el primero alemán y el segundo soviético. Sin duda, dos referentes obligados al inspeccionar el periodo de las vanguardias cinematográficas.
Queda bien claro desde ese momento, que el análisis del flujo movimiento-temporal (que se renueva constantemente y que establece un tránsito de la forma objetiva al estado anímico subjetivo, en el mundo cinematográfico) debe estar en el centro de toda preocupación teórica que pretenda aproximarse a la forma cinematográfica. A partir de dicha reflexión, toma una gran importancia para el establecimiento de una estética fílmica, la conceptualización de los problemas referentes a la luz, la sombra, la aceleración, la ralentización y las variaciones ópticas que conjugan las formas naturales con las creaciones gráficas humanas, entre otros.
Luego de sus primeras preocupaciones teóricas, Ruttmann decidió aventurarse en la creación y presentó su primer trabajo en 1921, Juego de luces Opus 1, a la que le seguirían los Opus 2, 3 y 4. Su exploración continúo al lado de directores como Fritz Lang y Lotte Reininger, hasta que en 1927 realizó su segundo gran trabajo, Berlín Sinfonía de una gran ciudad, de la cual nos ocuparemos más adelante. Algunos de sus trabajos posteriores fueron: Melodía del mundo (1929), Weekend (1929), En la noche (1930). Su vida llegó al final el 15 de julio de 1941, luego de haber sido herido durante la segunda guerra mundial.
Berlín, Sinfonía de una gran ciudad (Berlín, Die sinfonie der GroBstadt)
Director: Walther Ruttmann
Guión: Carl Mayer, Walther Ruttmann y Karl Freund
Fotografía: Robert Baberske, Karl Freund, László Schäffer, Reimar Kuntze
Alemania 1927
En el primer acto, el movimiento ondulante de un líquido viscoso se transforma en una multiplicidad de líneas ondulantes con aceleración constante. Dichas líneas dan la impresión de estar reflejando un artefacto que posee una variación cíclica, por cuanto, aparecen como proyecciones equilibradas en el cuadro. Enseguida, unas leves sombras diagonales anuncian el cambio de plano hacia un obstáculo que se levanta para darle paso al veloz tren que aparece en el fondo. La secuencia continúa acompañando el vertiginoso ritmo de la locomotora, en planos alternados del vagón, la carrilera, las torres del telégrafo, los piñones entrelazados, las cuerdas y los alrededores, hasta que todo termina haciéndose invisible, debido a la gran velocidad del flujo de imágenes. De pronto, una valla nos anuncia que el tren se aproxima a Berlín; los siguientes planos muestran, en bellas panorámicas, el ingreso a la ciudad.
En los siguientes actos (2, 3, 4, y 5), vemos la vida de la ciudad desde las primeras horas de la mañana hasta bien avanzada la noche. La forma como se nos muestra la urbe no sigue parámetros tradicionales de representación. Con el movimiento interno de la ciudad, Ruttmann construye una sinfonía rica en variaciones, contrapuntos, movimientos y colores. Al esquema musical de la estructura del filme, el director le agrega elementos de la pintura para componer planos con movilidad propia al interior de sí mismos.
Aportes vanguardistas desde el entorno soviético
Otros de sus filmes destacados son: los noticieros Cine-semana (1918-19), la serie Cine-verdad (1922-25), el experimento Cine-ojo (La vida al imprevisto) (1924), Entusiasmo (1930) y Tres cantos a Lenin (1934).
El hombre con la cámara (Chelovek kinoapparatom)
Director: Dziga Vertov
Unión soviética 1929
En El hombre con la cámara se captan fragmentos de realidad en la ciudad de Leningrado, con el ánimo de hacer notables las variaciones entre el ojo-humano y el ojo-fílmico. Desde el inicio se nos lleva a un teatro donde se proyectará una película con la compañía de una orquesta, y se nos pone de cara al espectador y a la máquina que reproduce el entorno cinematográfico. La intención es mostrar cómo el artificio del cine amplia las posibilidades de percepción de la imagen a partir de los movimientos internos que produce en el pensamiento.
Con éste filme, Vertov alcanzaría el punto más alto de su búsqueda fílmica y cumpliría su presupuesto: “Mi misión consiste en crear una nueva percepción del mundo. Descifro pues de una manera nueva un mundo desconocido para vosotros y vosotras”
No hay comentarios:
Publicar un comentario