6/09/2008

Preocupación por la forma 5


Héroe (Ying Xiong)


En el 2005 se celebraron los primeros 100 años de la presencia del cinematógrafo en la República Popular China. Fue tan sólo en 1922 cuando por primera vez se abrió una escuela de cine, la cual vino a tener sus primeros resultados en 1937, año en el que nació y se desarrolló la industria cinematográfica, especialmente en la ciudad de Shangai (considerada como el Hollywood de Extremo Oriente). A partir de ese momento, la profesión de actor dejó de considerarse como poco seria y se brindó la posibilidad a varios intérpretes para que representaran los más importantes imaginarios populares del momento (lucha feminista, guerra política, exaltación del nacionalismo y del territorio, etc.). Al periodo de las décadas del treinta y del cuarenta se le llamó: cine progresista y tuvo algunos aportes para el cine mundial en el manejo de la narración y del montaje; sobresalieron algunas actrices como Raun Lingyu y Wang Renmei. Muchos de los filmes realizados en este periodo fueron censurados hasta hace muy poco, al parecer, por cuestiones políticas.

La producción posterior hasta los años noventa, continuó con piezas importantes dedicadas a ponderar las riquezas naturales, culturales y organizativas; además, se incorporó la música (coros y adaptaciones de óperas) en muchas de las producciones y se continúo con las tradicionales historias melodramáticas y romántico-heroicas (con el elemento de las artes marciales). De éste periodo rescatamos: La princesa Pavo real, Shi Lihua, El valle del río rojo, Memorias del viejo Beijing, Un sendero tortuoso y El canto de la golondrina.

La primera película extranjera que se importó al país chino fue El Fugitivo (EE.UU.) en el año de 1995 – noventa años después de iniciarse el proceso nacional – y, a partir de ese momento, la avalancha de cine hollywoodense no cesó de inundar las pantallas – sin sobrepasar el límite permitido de compra de películas extranjeras por año, que hasta 2004 fue de 50 –. Este intercambio cultural también permitió que los directores nacionales se preocuparan por mostrar sus trabajos en el resto de continentes y de ahí surgieron figuras notables para la cinematografía mundial, cómo los directores Chen Kaige (Adiós a mi concubina, Luna tentadora, El emperador y el asesino, Suavemente me mata, Juntos) y Zhang Yimou (Sorgo Rojo, Semilla de Crisantemo, La linterna roja, La joya de Shangai, Ni uno menos, Camino a casa, Héroe, La casa de las dagas voladoras).

Durante el año de 2004, de nuevo las producciones nacionales volvieron a tener mayor público que las foráneas. El 55% de taquilla (182 millones de dólares) correspondió a realizaciones chinas, gracias al apoyo del sector privado y a la visión comercial de los productores. Las tres películas más taquilleras de ese año fueron: La casa de las dagas voladoras, Un mundo sin límites y Kun fu Hustle. Según China Film Group (la más destacada productora), el 2004 fue el año más importante para el cine chino.

Para comentar en esta ocasión, hemos escogido Héroe, el penúltimo film de Zhang Yimou, el cual ha tenido una gran acogida en el mundo occidental. Su temática está inspirada en las novelas del género Wu Xia, un popular género literario que relata las aventuras de místicos e invencibles guerreros durante la época imperial china, los cuales luchaban por el honor y contra las fuerzas del mal.



El ideal del guerrero es deponer la espada

En una época remota, siete reinos luchan por la hegemonía del territorio chino. El Reino de Quin, está a punto de sucumbir ante la sagaz acción de unos guerreros provenientes del Reino de Zhao. Sin Nombre, Cielo, Nube Voladora y Espada Rota se han confabulado para asesinar al mandatario de Quin. Sin Nombre, quien ha dejado en el camino a sus tres compañeros, ahora se encuentra a 10 pasos del Rey de Quin (su gran objetivo); lleva 10 años preparando la técnica para que su espada no falle al enviarla sobre un oponente que se encuentre a dicha distancia. Pero antes de cumplir su mandato, entabla conversación con el Soberano para presentar una versión sobre la muerte de sus tres aliados. El Rey tiene su propia versión y la confronta con la de Sin Nombre pero desconoce los motivos reales que hicieron cambiar a Espada Rota en su propósito de asesinarlo. Sin Nombre será el emisario de la voluntad de Espada Rota y actuará conforme a sus palabras: “Nuestra tierra”... ¡Que toda la lucha sea por mantener nuestro territorio!

Como un canto épico a la unidad territorial y étnica podríamos denominar el interés conceptual que desarrolla esta película. Inspirado en la tradición literaria Wu Xia, la cual manifiesta hechos heroicos y fantásticos de guerreros que luchan en favor de los desprotegidos y de la exaltación territorial, el filme cuenta con una magnífica producción reflejada en todos sus elementos cinematográficos.

A nivel narrativo hay, en principio, una ubicación histórica de la lucha entre los reinos. Luego, el guerrero Sin Nombre, quien ha llegado como el héroe vencedor de los tres enemigos más temibles de Zhao, recibe las recompensas por el importante logro: primero, se le permite ubicarse a 100 pasos del Rey, luego a 20 y, finalmente, a 10 pasos. Mientras va acercándose, realiza varios relatos acerca de cómo venció a sus oponentes; varios flash back nos llevan a conocer dichos sucesos precedentes según las diferentes visiones. Es oportuno anotar, la importancia simbólica del color en cada mirada hacia atrás, pues cada versión viene acompañada de una diversa tonalidad (rojo, azul, verde y blanco). Al final, la historia se sitúa en el tiempo presente y nos deja ver el desenlace, tras la inesperada acción de Sin Nombre, luego de estar a la distancia presupuestada para alcanzar su objetivo. Como colofón, se nos recuerda la intención inicial, ahora consumada: el triunfo del pueblo chino sobre su propio deseo de confrontación entre hermanos raciales.






En cuanto al manejo de la imagen, se alcanza un punto muy alto de virtuosidad plástica. Cada plano tiene una cuidadosa construcción y versatilidad en las angulaciones, tonalidades y manejos de la luz. Los efectos especiales que nos permiten ver seres volando en los combates o desafiando la tensión superficial al caminar sobre las aguas, son de una exquisita factura como resultado del trabajo cuidadoso del fotógrafo Christopher Doyle, quien utiliza el elemento digital para exagerar el juego cromático y así, encajar perfectamente con la temática fantástica del filme. No hay pretensiones conceptuales sino apropiación de la fuerza del color. Además, nos sorprenden unas panorámicas con numerosos ejércitos avanzando, formándose, preparando los ataques y ejecutándolos (multitud de extras y magníficos efectos que los integran).





Junto a la exitosa imagen, aparece un montaje elocuente, preciso, estructurado; con una fineza sensitiva que fortalece la intención narrativa. Hay momentos veloces, otros lentos, otros como salidos del tiempo, que invitan a la meditación, y otros alineados con el color, para un mayor deleite visual. Podemos mencionar una secuencia como ejemplo: dos mujeres se enfrentan en un combate a muerte; ambas tienen vestidos rojos. El escenario es un bosque de árboles amarillos. La estación que las enmarca es el otoño y la fuerza del movimiento de las hojas envuelve a cada contrincante (una danza entre el amarillo y el rojo). Al final, cuando una de las dos vence, tras brotar la primera gota de sangre, todo el escenario se tiñe de rojo... ¡Venció la lluvia roja al otoño amarillo! No resulta necesario recurrir a imágenes desgarradas de mutilaciones o de ríos de sangre para evidenciar la muerte.

Tal como lo dice el filme, entre las artes marciales y la música hay una extraña relación por la profundidad que buscan y expresan, por el cuidado en su ejecución, por la disciplina que conllevan y por la apertura que brindan a la mente. Por éste motivo, la música está presente en momentos cruciales; es expresiva, brillante, nostálgica. En cierto momento, para el suceso de un combate mental, es preciso que, un anciano interprete su extraño instrumento como ambientación idónea para que se concentre la atención en el desarrollo de la lucha. Cada nota vibra y tiene la trascendencia de un golpe; la melodía completa equivale a un combate.




Aunque para algunos críticos, la película tiene un marcado interés comercial, lo cual es cierto, si pensamos en la alta suma que costó su realización y en el manejo promocional que se le ha dado, también es cierto que, a nivel temático, exalta valores importantes del mundo espiritual de las artes marciales y nos lleva a entender que dichas prácticas van mucho más allá de la espectacularidad de sus movimientos físicos, pues ante todo, reflejan un gran dominio de la mente. Además, nos recuerda situaciones propias de la guerra, y termina proponiendo el triunfo de los ideales no violentos.

A lo largo del filme, hay varias frases memorables que invitan a la reflexión desde la óptica de la cultura china, tales como: “la gente da la vida por muchas razones, y por esas mismas razones mata”; “las flechas no borrarán la palabra escrita”; “la caligrafía y la espada buscan volver a la simpleza”; “desistir, siempre que una preparación para el ataque se haya basado en el odio”. Y como magnífico complemento se nos hace el recuento de las tres etapas que se dan en la relación del guerrero con la espada: en la primera etapa, la espada se relaciona y representa todo el cuerpo. En la segunda, la espada involucra la fuerza y el poderío del corazón. Y en la tercera – que viene a ser la más aguda reflexión –, se da la separación entre el guerrero y la espada: ¡El ideal del guerrero es deponer la espada!




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